Poesía de los 80

Podemos destacar en esta etapa autores como Álvaro Salvador, Luis García Montero y Javier Egea, quienes escribieron el manifiesto de La otra sentimentalidad. Este manifiesto revindica una poesía real, usando un léxico sencillo, que hable de situaciones del día a día y busque emocionar. Suelen orientarse con autores predecesores del 50 como Gil de Biedma, Ángel González o Francisco Brines.

Luis García Montero es el mayor representante de esta corriente de poesía llamada poesía de la experiencia. Ganó el Premio Adonáis con El jardín extranjero (1982), a este le siguieron otros libros como Diario cómplice (1988), Las flores del frío (1991), Habitaciones separadas (1994), Completamente viernes (1999) y La intimidad de la serpiente (2003) con los que consiguió premios como; el Premio nacional de Literatura, el Premio de la Critica  o el Premio Loewe. La mayor parte de sus poemas son de tema amoroso, especialmente en escenarios nocturnos, aunque también abundan los de reflexión existencial.
Felipe Benítez Reyes es otro representante destacado de este grupo. Sus temas preferidos, además del amoroso, son la memoria, el paso del tiempo y la propia literatura. Es autor de, entre otros, Los vanos mundos y Vidas improbables, ganador del Premio de la Crítica y del Premio Loewe.
Carlos Marzal, cuyo reconocimiento llegó algo más tarde que el de sus dos predecesores, ganó el Premio de la Crítica con Metales Pesados (2001), y en 2002 el Premio Nacional de Literatura por el mismo poemario. Marzal, desde una poesía realista, escéptica e irónica, meditativa sobre el amor o la amistad (La vida de frontera), pasa, sin embargo, a una menos figurativa y más cuidada.
A mediados de la década, un conjunto de autores que se agruparon bajo lo que ellos mismos denominaron la Diferencia, reivindicaron la independencia y libertad literarias, frente a la poesía de la Experiencia, que consideraban tendencia dominante, protegida, tal y como afirmaban en sus poéticas y textos teóricos, por los poderes públicos. Dentro de esta corriente de la Diferencia destacan los escritores Antonio Enrique, José Lupiañez y Fernando de Villena.


Aunque en un principio cualquier desmarcamiento del paradigma oficial validaba las propuestas de esta corriente, sus autores fundacionales fueron derivando hacia un tipo de poesía formalmente más exigente, lejos de la lengua coloquial y las temáticas urbanas. Dicha estética, más cercana a la generación del 60 (poetas como Antonio Hernández Ramírez, Ángel García López, Rafael Soto Vergés o Jesús Hilario Tundidor) que a los poetas de la generación del 50, propugnaba una mayor consistencia verbal en orden a la atención de los recursos estilísticos, dentro de un lenguaje más figurativo, esto es permeable a los símbolos y metáforas, ya que consideraban el cultivo de la imagen esencial al discurso poético, así como una preocupación temática que excedía los ámbitos de la cotidianeidad. Frente a una sociedad cada vez más uniformada, tal y como afirmaban en su teoría poética, en sus hábitos y pensamiento, el objetivo de estos autores fue la diversidad y la disidencia.



DEBICKI, A. P., “La poesía posmoderna de los novísimos: una nueva postura ante la realidad y el arte" , op. cit, p. 15
DEBICKI, A. P., “Poesía española de la postmodernidad”, en Anales de literatura española, 6 (1988), p.166. Cfr. también SALDAÑA SAGREDO, A., No todo es superficie. Poesía española y posmodernidad. Valladolid, Universidad de Valladolid

Alumnos del IES V centenario.(2010).Sevilla. Wiki de literatura española contemporánea. Recuperado de http://poesiacontemporaneabitw.blogspot.com.es/

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